lunes, 29 de junio de 2009

Alabado sea Internet


Victorino Alonso García, El Señor Oscuro, el empresario que está por encima de la ley

Pues sí, gracias a internet, la proyección del documental Laciana, "territorio comanche", que emitió la 2 de TVE ayer 28 de junio a esa hora de máxima audiencia que es un domingo a las 12 del mediodía, vamos a poderlo ver todos los que no pudimos estar delante del televisor. Y lo más importante de todo: se lo vamos a enviar a media España, el 99,9% de la cual no está al tanto de lo que sucede en el valle de Laciana. Pero en el vídeo, que a mí me ha sorprendido por lo fiel que es a la realidad -cuando los medios de comunicación no suelen querer saber nada de todo esto- no se muestra dónde radica el cáncer que está destruyendo el valle de Laciana. Esa enfermedad degenerativa no es otra que los políticos que, por activa o por pasiva, son los responsables de todo lo que está sucediendo. Empresarios ambiciosos, que están dispuestos a saltarse la legislación para enriquecerse aún más, abundan en España. Pero si los políticos no hacen que se cumplan las leyes, o presionan a jueces y fiscales para que hagan la vista gorda y no persigan a delincuentes probados como Victorino Alonso García, el empresario minero responsable de todo, las leyes seguirán sin cumplirse.

Internet, como se está demostrando cada vez más -véase lo que sucede en Irán en estos momentos- es la vía popular más efectiva para dar voz a aquellos a los que se pretende silenciar, a aquellos que piden justicia o libertad. Y no dudes, Victorino, que los que creemos que deberías estar pudriéndote en la cárcel, por todos los años que llevas impunemente amargándonos la vida, vamos a utilizar esa democrática (si te da un sarpullido al oír esta palabra, te aguantas) herramienta que es Internet, para que todo el mundo sepa que en Laciana están sucediendo cosas que no deberían ocurrir.

Y tú, lector, ponte cómodo, coge del frigorífico tu refresco favorito, y siéntate un rato a ver el documental, pulsando aquí.



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jueves, 25 de junio de 2009

La Raya de Camposagrado


El camino hacia las lagunas de Chagüeños

Hay un lugar espectacular, en una escondida esquina de Cerredo, donde Degaña se junta con la provincia de León. Es donde está el único hayedo del concejo de Degaña, en un paraje donde se agrupa un número considerable de tejos, y donde las laderas de las montañas caen casi en vertical sobre el fondo de las vallinas. Por allí discurre el sendero que asciende hasta las lagunas de Chagüeños, para mí la ruta a pie convencional más hermosa de toda Degaña.


Las peñas de mármol junto a Las Corradas, por su lado amable y dulce


El otro lado, más rudo y sobrecogedor, donde estaban las antiguas canteras

Más al este, hay un definido collado que da paso desde Cerredo a la cabecera del valle de Fontaninas, a cuyo inicio está el pueblo leonés de Tejedo del Sil. Este collado se llama la Raya de Camposagrado, siendo Camposagrado una enorme extensión herbosa y llana más allá del collado. Para subir desde Asturias hasta la Raya, la ruta habitual -hasta hace pocos días no sabía que la única- es la que parte de La Collada -Puerto de Cerredo-. En numerosas ocasiones había visto que por la vaguada que se forma desde la Raya hacia Cerredo, existían diversas líneas claras de sendero que se perdían más allá de lo que la vista alcanzaba. Estaba claro que el ganado venía del núcleo de Las Corradas por esos senderos. ¿O no? Para averiguarlo, hace unos días me dirigí hacia allí.


Mirador hacia los tejos de la ruta de las lagunas de Chagüeños, ruta que atraviesa este bosque

Dejando el coche en el aparcamiento donde se inicia la ruta de las lagunas de Chagüeños, al pie de los peñascos marmóreos donde se oculta la Cueva Fonchada, tomé la citada ruta. Me había fijado ya más veces en tenues líneas que denotaban sendas en la cara norte de una de las dos moles calizas, y que se dirigían hacia la pequeña brecha de Entrecastiechos. Pero tenía la impresión de que debía de haber algún sendero aún más marcado en la otra vertiente del macizo de mármol. Siguiendo la ruta de las lagunas, unos veinte metros antes de llegar al mirador con barandilla de madera en frente del cual están los primeros tejos, una muy poco clara senda parte ligeramente hacia la izquierda, casi paralela a la ruta de las lagunas. Poco a poco, el sendero se va haciendo más visible, aunque la abundantísima hierba de este año llegue a ocultarlo a la vista en muchos puntos. Ésta es la senda que yo buscaba, claro. Poco a poco, va ganando altura, paralela al arroyo que viene desde la Raya. Pero, apenas 500 metros después del inicio, al llegar a un campo de helechos, el sendero se evapora.


En parte por las precipitaciones de este año, y en parte por falta de uso, el sendero que tomo desaparece poco después


De los pacíficos helechos, a las menos pacíficas escobas, y terminando por las belicosas zarzas y ortigas. Al fondo, el collado de la Raya de Camposagrado

Intento seguir de frente, pero justo ahí, la ladera cae en picado hacia el río. La vista hacia el otro lado del valle, ya desde el inicio de la andadura, es fabulosa. Las últimas hayas se unen y entremezclan con los tejos y los primeros abedules, creciendo sobre laderas muy abruptas. Por arriba ya se ve la cima del Pico Chagüeños -marcado erróneamente en muchos mapas como Peña Mayor, que está más al oeste-, a cuyos pies se encuentran las lagunas. Volviendo al campo de helechos, ya que de frente no era posible continuar, asciendo ladera arriba por fuerte pendiente, hasta que veo un tramo de pendiente más razonable para seguir avanzando en la dirección inicial. Avanzando un poco me encuentro de nuevo el sendero perdido, pero que de nuevo vuelve a desaparecer. Encuentro, en un tramo de piornos, el suelto completamente levantado, pero no al modo en que lo levantan los jabalíes. Es muy extraño. Avanzo campo a través un trecho hasta que encuentro otro sendero, que viene desde la brecha de Entrecastiechos, muy próxima a donde me encuentro ahora. Así que la ruta correcta iba en realidad por el otro lado de la montaña.


El Pico Chagüeños (1.838 m.), que ha hecho fortuna en muchos mapas y publicaciones con el nombre erróneo de Peña Mayor, que está dos kilómetros más al oeste


Vista atrás, hacia las peñas de mármol y el hayedo

Pues tampoco, porque mi flamante recién encontrado sendero se mete en un campo de ortigas y me abandona. Dicen que si coges una ortiga con la mano aguantando la respiración, no resulta urticante. Yo lo he visto hacer, pero nunca me he atrevido a hacerlo. Lo que sí puedo prometer y prometo es que con las piernas no funciona. A pesar de caminar metros y metros con la respiración contenida, me ortigué las dos piernas de arriba a abajo, por delante y por detrás, aunque llevaba pantalón largo. No había otra posibilidad: o cruzar ortigas o dar la vuelta. Ortigas a la derecha, a la izquierda, el cortado del río más a la derecha, o las peñas de mármol más a la izquierda. Después de las ortigas, la pendiente se acentuó, que me obligaba a tener que agarrarme a los matorrales para avanzar con seguridad. Por debajo, ya empezaba a resultar peligroso. ¿Por dónde narices suben las vacas hasta los senderos que llegan a la Raya? No entendía nada.


Con tan formidables ortigas que atravesar, es perentorio vestir unos gruesos pantalones de pana. Como es verano, lógicamente, no los llevo (aunque tampoco en invierno). Así me fue


Por fin, terreno favorable. La loma herbosa donde siempre vi las sendas de ganado, que pensé que llegarían hasta abajo. Pan comido. Ah, no, espera, ¿qué hay antes? ¿el tajo de un arroyo? Cachis en la mar...


Bajar hasta el tajo del arroyo no fue tarea fácil. Salir, tampoco, especialmente por las hortigas

Enfrente de mí, por fin, la pequeña loma herbosa que baja del collado, siempre verde, donde están los susodichos senderos. Pero entre la loma y yo, un profundo tajo por donde baja un arroyo. Por la izquierda empieza el bosque y el brezo, y no tiene buena pinta. De frente, un delicadísimo descenso de sólo veinte metros de desnivel, pero casi vertical y lleno de hierba. Cualquier cosa menos volver atrás y cruzar el campo de ortigas de nuevo. Con todas las precauciones del mundo, tardo varios minutos en llegar junto al arroyo. El último metro es directamente vertical. Cuando lo estoy descendiendo, resbalo un poco y mecánicamente me agarro al primer matojo que encuentro... AAAAAAARGGGGHHH.

Me agarré con todas mis fuerzas, asiéndolo bien con la palma de la mano, lo que resultó ser... una ortiga. Me ardía la mano entera, mientras permanecía en el poco profundo cauce del arroyo, estudiando el siguiente paso. No parecía desde arriba que salir por la otra orilla fuera tan complicado. El sitio más fácil está bloqueado por una barricada de gigantescas ortigas. El resto no es nada fácil. Clavando los dedos de una mano en la arena, y subiendo una pierna hasta un saliente a la altura de la cintura, con un paso de decisión de los que hacen crujir la rodilla, consigo subir el escalón. Ya está.


Ya en la loma herbosa, relajante, mirando de nuevo hacia atrás

Llego hasta el borde de la verde loma, muy hermosa, y contemplo, mirando hacia atrás, el recorrido que he hecho desde que perdí el sendero en el campo de helechos. Si no lo hubiera recorrido, diría que eso no se puede recorrer. Mete miedo. Tomo una de las sendas que buscaba hoy, y ahora veo que todas mueren aquí, lo que quiere decir que las vacas descienden hasta aquí y nada más. En la entrada del bosque, más abajo, se ve claramente otro sendero, pero viendo el profundo tajo que hay en medio, no seré yo el que baje hasta allá abajo. Desde la loma al collado se tardan sólo unos minutos. En la Raya, un cartel de prohibido el paso que lleva allí ya un par de años. Me dijo un vecino de Tejedo que era para que no subieran el ganado desde Asturias, pero la cerca que recorre todo el monte impide de todas formas el paso de las vacas, así que no sé.


La Raya de Camposagrado, que da acceso al valle de Fontaninas, en el Alto Sil, uno de los valles más valiosos medioambientalmente


El Cueto del Oso (1.902 m.), con nieve a 1.800 metros casi en el mes de julio

De regreso, tomo el sendero habitual hasta La Collada, que atraviesa un pequeño pero vistoso abedular. Unos metros antes de La Collada, un mastín duerme a mi derecha entre las vacas. Circulo por la hierba, para no meter ruido y poder zafarme de él antes de que perciba que estoy en su territorio. Cuando llego a la carretera, otros dos mastines que no había visto, y que estaban a mi izquierda mientras yo miraba al mastín dormido, comienzan a ladrar. Me acordaba de un texto en internet que me envió Jorge en el que unos montañeros que pretendían iniciar la ruta en La Collada se amilanaron ante estos mastines y desistieron de intentar seguir. Para descender hacia Las Corradas, tengo pensado utilizar la ruta más corta, que va por un camino aprovechado por el GR 203, bautizado 'Por donde camina el oso' y que yo he rebautizado 'El Fiasco del Suroccidente'.


De la Raya de Camposagrado hacia La Collada de Cerredo


Un último vistazo hacia la Raya, antes de comenzar el descenso

De frente, una estructura metálica, a modo de techumbre para el ganado, junto a la que pasa el camino. Junto a él, un gigantesco mastín, despierto, junto a otro dormido. Doscientos metros a su izquierda, dentro de la misma finca, los dos mastines anteriores, más el que dormía algo más allá. Una cosa es avanzar hacia un grupo de ovejas o vacas protegidas por mastines, en campo abierto, y otra muy distinta es hacerlo en un lugar que es territorio fijo de perros guardianes. ¿Cómo le explico yo a cinco mastines que estoy simplemente de paso por su territorio y que no tengo aviesas intenciones? Las vacas y los mastines estaban aquí antes de que Antoñito 3en1 (ideador-ejecutor-balizador) señalizara el GR 203. Me pregunto, -si es que alguien hace esta ruta por etapas-, qué pasa cuando alguien llega hasta aquí y se encuentra en esta situación.


Hermosos abedules en las proximidades de La Collada (puerto de Cerredo)


La niebla asturiana se apodera del Cueto de Arbas

Con mis nulas dotes diplomáticas, estaba fuera de toda duda un intercambio de opiniones con los perros, así que me pegué el largo y peligroso rodeo de descender por la carretera del puerto. Lo de largo es lo de menos, porque dos kilómetros más no matan a nadie, pero caminar por una carretera sin arcén donde los camiones de la mina pasan a velocidades de pánico, es una experiencia sumamente desagradable. Aunque vinieran por el otro sentido al que yo caminaba, aunque los viera llegar y supiera que no había ningún peligro, a tres metros de distancia, cada uno de ellos me ponía la carne de gallina. Lo mejor era cuando subía un camión y se cruzaba con otro justo a mi altura, que me obligaban a saltar el quitamiedos, por falta de espacio.


El área recreativa en La Collada

En fin, una ruta desagradable en el ascenso, y desagradable en el descenso. Si la muestro aquí, es para que, a menos que te gusten las impresiones fuertes, sepas que no es nada recomendable. También, por mostrar la indómita belleza de Degaña, y uno de sus rincones más salvajes.


Por el otro lado de esta montaña discurrió la jornada descrita. Hermosísima Degaña




Mapa extraído de Google Maps con la ruta realizada en trazo rojo. Pulsar en la imagen para ampliar



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miércoles, 24 de junio de 2009

Documentales mordaces en "hora punta"


Uno de los vehículos en que se desplazó el equipo del programa de televisión El Escarabajo Verde se encuentra con una excavadora que le cierra el paso con una barricada de tierra. Ahí empezó la fiesta. El resto, el domingo 28 de junio, a las 12 del mediodía...

En recientes fechas, un equipo de televisión del programa El Escarabajo Verde visitó Laciana, para informarse sobre los desmanes que suceden en este valle, declarado Reserva de la Biosfera por la UNESCO. Tuvieron desagradables experiencias con los secuaces de Victorino Alonso, que ya se contarán en su debido momento. Todo ello lo grabaron con su cámara, y esperemos que lo puedan mostrar al público en su programa.

El problema es que no va a haber público a quien mostrarlo. La retransmisión está programada para este domingo 28 de junio, a las 12 del mediodía. Bárbaro. A esa hora no está delante del televisor nadie. De todas formas, la difusión del programa no se va a quedar ahí, porque los que creemos que ese mensaje debe darse a conocer a la ciudadanía vamos a propagarlo hasta la saciedad. Hay una panda de mafiosos impresentables que están destruyendo (y más que tienen pensado destruir) el único futuro posible del valle de Laciana. Pero no les va a salir gratis. De momento, nos van a tener que aguantar. Y bastante.

Para ir haciendo boca, se puede ver un avance del programa en la web de Radio Televisión Española. Pulsa aquí.



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martes, 16 de junio de 2009

Intrascendencias en Somiedo


La Veiga Ventana, en el mismo puerto de Somiedo

No todo en este blog han de ser largos itinerarios plagados de demoledoras cuestas, ni batallas campales con escobas, piornos, zarzas y tupido brezo. Ni hermosas rutas espolvoreadas de escombreras mineras, vertederos o recientes incendios. A veces uno sale a dar un paseo, por aquello de estirar las piernas, sin ganas de complicarse la vida ni de acumular mucho ácido láctico.


Mar de nubes en Somiedo. Luego subiría hasta el puerto. A la izquierda, el Mocosu (1.989 m.) y al fondo, la afilada Peña Mochada (1.659 m.)


Peña Mochada con teleobjetivo

El otro día -uno cualquiera-, me apetecía recorrer el tramo entre el puerto de Somiedo y Llamardal, por donde fuera, aunque ello supusiera seguramente un largo trecho por asfalto. Porque hay lugares que, por muy despacio que se recorran en coche, nunca llegan a ser lo mismo que cuando se realizan a pie. Como ocurre con el puerto del Connio, sin duda el más hermoso de la cordillera Cantábrica.


El Cornón (2.188 m, izqda.) y la Penouta (1.976 m.), con el hayedo a sus pies


Otra vista de la Penouta, desde el límite del hayedo

La previsión del día era de lluvia, y no estaba la cosa como para aventurarse hacia las cumbres. Así que este proyecto simple y cómodo encontró este día su realización. Partiendo del puerto en dirección Asturias, hay una simpática recta, bordeada por ambos lados de laderas que convierten este tramo en una especie de ancha trinchera llamada la Veiga Ventana. La humedad del lugar la convierte en una estrecha turbera, siempre verde y esponjosa. Al llegar al final de la recta, la carretera se vuelca hacia el abismo, ese abismo que no existe por la vertiente leonesa del puerto, que es una vulgar cuesta sin apenas pendiente ni trazas de puerto de montaña. Una sucesión de artísticas zetas nos deja en el pueblo de La Peral, el primero de la vertiente asturiana. Pero antes de iniciar ese descenso, encontré un sendero muy pisado de ganado que iba en horizontal, aparentemente en dirección a las brañas de Valdecuélabre, ésas del pueblo de Llamardal que se encuentran a la caída de la espectacular cara noroeste de Peña Salgada. Pero al llegar a un nutrido grupo de vacas, el sendero tocaba a su fin, muy lejos del objetivo que yo había fantaseado.


La Peral, a punto de sumergirse en el océano


Peña Salgada (1.979 m.)

Vuelta atrás, y más o menos en el mismo punto, un camino desciende paralelo a la cárcava del arroyo que nace justo al final de la Veiga Ventana. El camino atraviesa las últimas hayas, muy dispersas ya, del hayedo que tapiza la ladera por encima de la carretera. Poco después se llega de nuevo a la carretera, habiendo evitado todas las curvas por este atajo. Justo enfrente sale el desvío que lleva a La Peral, que tomo. Llegando a la entrada del pueblo, junto al aparcamiento habilitado para que los vehículos de los visitantes no lo atasquen, un camino desciende hacia la derecha, dirigiéndose hacia el río. Vadea un primer arroyo -más bien canalizado- por una pequeña pasarela, pero con el río Somiedo ya no puede. No sé en otro momento del año, pero ahora no se puede cruzar. Media vuelta.


La Encarralina (1.862 m.)

Al llegar de nuevo a la carretera general, empieza a llover. La niebla, que antes llegaba sólo hasta La Peral, ahora ya queda por encima de mí. Coincido para refugiarme en la parada de autobús del cruce con una pareja mayor que ejercita las piernas. Las palabras de rigor:

- ¿Qué eres, del Puerto?
- No, de Villablino
- ¿Qué haces por aquí?
- Dar una vuelta, aunque ahora parece que ya se acabó
- Daban lluvia para hoy, pero parece que iba salvando
- Sí, pensé que llegaría para la tarde
- ...etc, etc


Roca llena de fósiles marinos


Y así fue el resto de la jornada. No demasiado interesante

Puse la capa de agua por encima de la mochila y su propietario, y contradije mis propias palabras de 'ya se acabó', porque seguí caminando en dirección norte, ya por la carretera, porque ahí ya no había alternativa posible fuera de ella. La niebla era bastante cerrada, y las vistas a las montañas se acabaron por ese día. Ya no levantaría. Hasta llegar a la provincia de León, claro. Continué dos kilómetros carretera abajo, pasado Llamardal, pero aquello carecía por completo de alicientes, así que, ahora todo por carretera, y por las zetas, de vuelta al Puerto. La lluvia no molestó más que un rato, pero la jornada ya poco podía ofrecer. Aún así, a lo tonto, habían sido catorce kilómetros de caminata. Un buen paseo.


Apariciones en la niebla. No, esta cigüeña no pasó del puerto







Mapa extraído de Google Maps con la ruta realizada en trazo rojo. Pulsar en la imagen para ampliar

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jueves, 11 de junio de 2009

8 Nuevos Cielos Abiertos 8


En Buxionte está prevista una de las nuevas explotaciones a cielo abierto de Laciana

El valle de Laciana tiene, de este a oeste, unos diecisiete kilómetros de anchura, a vista de pájaro. En ese pequeño espacio se aprecian las heridas abiertas de las explotaciones de carbón a cielo abierto de Fonfría y El Feixolín (ambas ilegales), que vienen a tener cerca de un kilómetro de anchura por varios de longitud (incluyendo zonas 'restauradas'). A estas dos barbaridades hay que sumar antiguas explotaciones abandonadas, y restauradas de aquella manera, como son la de Leitariegos y la de Robledo. Entre Laciana y Babia, en la zona de La Mora, explotaciones abandonadas y en uso están enlazadas entre sí, abarcando una zona devastada de unos siete kilómetros cuadrados. Si a los diecisiete kilómetros del valle de Laciana le añadimos dos kilómetros por el oeste (cielo abierto de Coto Cortés) y otros dos por el este (cielos abiertos de Babia), tenemos cuatro explotaciones de carbón a cielo abierto en un espacio de sólo veintiún kilómetros.


Bosque de Ladrones, a escasos quinientos metros del casco urbano de Villaseca de Laciana, otro de los objetivos de Victorino Alonso para realizar un desmonte. Hasta hace muy pocos años, en este bosque vivía el urogallo, lo que demuestra su alta calidad

Alguno dirá: "bueno, de veintiún kilómetros de terreno, dieciséis están libres de explotaciones de carbón". Claro, pero hay que convivir con esas explotaciones, que no se dirigen precisamente desde el respeto hacia el medio ambiente y hacia la salud y el bienestar de los ciudadanos que viven en sus inmediaciones.


La braña de Robles de Laciana es un ejemplo a seguir en cuanto a buen hacer y afán de conservar lo propio, por parte de los vecinos del pueblo. A pesar de su lucha para impedir que el empresario minero abra explotaciones a cielo abierto aquí, la Junta de Castilla y León tiene previsto conceder dos explotaciones, una a cada lado de la fotografía. ¿Lo harán por las bravas, enviando a los antidisturbios, como con el primer cielo abierto de Laciana, en Leitariegos, si surge algún tipo de oposición?

Pues bien, la Junta de Castilla y León publicó hace unos días en el Bocyl (Boletín Oficial de Castilla y León), la aprobación para la evaluación del impacto ambiental de OCHO nuevas explotaciones de carbón a cielo abierto en esa franja de diecinueve kilómetros de Laciana y la zona limítrofe de Babia.


Imagen con los cielos abiertos entre Leitariegos y Villablino. En rojo, los dos en activo (obsérvese la longitud del de Fonfría), y en verde, los previstos. Todo ello, en uno de los corredores que se van a habilitar para que se desplace el oso pardo. La Junta de Castilla y León, financiando por un lado a la Fundación Oso Pardo, y por otro, dando vía libre al empresario minero para que ponga aún más trabas al oso pardo. Yo no lo entiendo, la verdad. Pulsar en la imagen para ampliar

Según el documento, "se atenderá a la capacidad de acogida del territorio y a los valores ambientales existentes". Vamos a ver: ¿cómo demonios pretenden que un espacio de terreno tan reducido donde ya existen varias explotaciones descomunales acoja otras ocho explotaciones más a cielo abierto? ¿'Valores ambientales existentes'? ¿Es necesario siquiera plantear la evaluación de impacto ambiental de algo así en una Reserva de la Biosfera? ¿En una zona crítica para el oso pardo y el urogallo cantábrico? Para remate, se indica que "se consultará a las administraciones afectadas". ¿A quién? ¿A la alcaldesa de Villablino, que es un apéndice de Victorino Alonso?


Sobre el Santuario de Carrasconte (centro de la imagen), se repobló la ladera del Alto El Cuerno - totalmente devastada por la mina - con miles de abetos. Aparte de la millonada de la inversión, los abetos alcanzan en muchos casos ya los tres metros de altura. Victorino Alonso pretende convertir todo el bosque en una nueva explotación a cielo abierto

Es evidente que cualquier persona con dos dedos de frente no hubiera aprobado siquiera este documento de referencia que, lógicamente, no debería pasar, de ninguna de las maneras, la evaluación de impacto ambiental. Pero ya sabemos de sobra que las evaluaciones de impacto ambiental se tergiversan, alteran y adaptan para conseguir absolutamente cualquier fin.


Ya hoy en día, se mire donde se mire en el norte de Laciana, aparece inevitablemente una imagen de alguna explotación a cielo abierto. En esta toma del Tambarón con teleobjetivo, se coló el cielo abierto de La Mora. ¿Qué será con otros ocho nuevos cielos abiertos?

No es por ser mal pensados, no, pero supongo que a la hora de tomar decisiones como ésta, no tendrá ningún peso el hecho de que las mujeres de altos cargos de la Junta de Castilla y León trabajen en las oficinas del imperio de Victorino Alonso. Porque estaría muy feo, en un país tan transparente y correcto como el nuestro...


Mapa de las explotaciones de carbón a cielo abierto, actuales y futuras. Pulsar en la imagen para ampliar. Mapa extraído de la web de la plataforma cívica Filón Verde



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martes, 9 de junio de 2009

Caminando


María del Roxo: caminando, para descubrir

Caminando ladera arriba, ladera abajo
Caminando bajo la lluvia, el trueno, el pedrisco, el rudo viento, o el sol abrasador
Caminando hacia el cielo azul, allá arriba, siempre tras las cumbres
Caminando un camino distinto en cada jornada
Caminando hacia no se sabe dónde, muchas veces
Caminando mientras ladra el corzo
Caminando mientras chilla el glayo (arrendajo)
Caminando mientras se escabulle el jabalí
Caminando entre escobas altas como árboles
Caminando entre brezo, y sólo brezo
Caminando bajo retorcidos robles y abedules, más antiguos que nadie
Caminando sobre la nieve en polvo recién caída, mientras aún cae
Caminando sobre la nieve helada, dura y resbaladiza como el cristal
Caminando con los pies y con las manos, sintiéndose rebeco, o quizá lagarto
Caminando con la mirada triste, pisando la vida calcinada en negro
Caminando por las estériles escombreras, maldiciendo su nombre, ¿el de quién va a ser?
Caminando junto al humilde paisano, personaje ya relicto, a punto de extinguirse
Caminando junto al noble mastín, menos arisco cuanto más joven
Caminando con un buen amigo, compartiendo lo más íntimo
Caminando hacia el interior de uno mismo, como no puede ser de otra manera


Irene y Tino: caminando, porque llevan toda la vida haciéndolo

El ser humano caminó durante un millón de años. Desde hace sólo unas décadas, prácticamente no camina, y si lo hace, es frecuentemente bajo prescripción médica, como un acto de disciplina o una incómoda rutina. Qué pena.


Tsobu de Laciana: caminando, sobre la naturaleza destruida por el Señor Oscuro



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domingo, 7 de junio de 2009

De La Cueta a la Loma de los Michos


La braña del Rañadoiro, con las montañas al este de La Cueta: Salgueiro (2.152 m, centro) y la montaña bicéfala de Punta la Sierra (2.155 m.) y Peña los Años (2.158 m.) a la izquierda

Al oír el nombre de La Cueta, pueden venir a la mente tres ideas: que se está hablando del pueblo más alto de la provincia de León, a 1.460 metros de altitud; que es un buen lugar para ir a comer; o también que a poca distancia de allí nace el río Sil. El objeto del reportaje que se describe a continuación no guarda relación ni con la segunda ni con la tercera. Seguramente es una de las rutas más sosas que tienen como punto de partida La Cueta, pero por eso precisamente no aparecerá en ninguna descripción en internet. Aunque lo de soso tampoco es cierto, porque los paisajes de Babia, sean donde sean, siempre tienen su particular encanto.


Saliendo de La Cueta por la pista que se dirige hacia el puerto de Somiedo


La Cueta se refugia bajo la tutela de este cerro con forma de dragón dormido. Detrás, el Salgueiro (2.152 m.)

Atravesando todo el pueblo de La Cueta, y cruzando el río junto al restaurante, al lado de una fuente aparece una puerta metálica cerrada con candado. Por un lateral, hay espacio suficiente para que pasen los peatones. Del otro lado, un ancho camino de tierra poco a poco se va convirtiendo en pista, y asciende suavemente en dirección norte, paralela al río, aunque unos metros por encima de él. En poco tiempo llegamos a un gran muro cuadrado en el que no se ve nada más, pero que resulta ser el cementerio. Mirando al frente, aparece de fondo la ancha forma de Peña Chana. Menos de un kilómetro después del cementerio, alcanzamos un cruce de la pista, donde un ramal -el principal- gira completamente a la izquierda y comienza a subir hacia un collado. Ésta es la pista que se dirige hacia el puerto de Somiedo, a algo más de tres kilómetros de distancia de aquí. En muy poco tiempo se llega al collado, desde el que se tiene una buena vista sobre el Cornón y la Penouta. Mirando atrás, en dirección opuesta, asoma ligeramente la puntiaguda cumbre de Peña Orniz.


Peña Chana (2.068 m.), siempre de fondo al norte


La mole del Cornón (2.188 m.) y a su derecha, la Penouta (1.976 m.) desde el collado de la pista entre La Cueta y el puerto de Somiedo. En medio, el gran espacio vacío


Desde el collado, la pista desciende a la gran hoya glaciar del valle del arroyo del Fuexu

Descendiendo otro kilómetro por la pista desde el collado, llegamos casi al fondo de la ancha hoya glaciar de más de un kilómetro de anchura, en la que no hay absolutamente nada, excepto pastos. Ni un árbol, por supuesto. Un camino casi borrado al principio sale a mano derecha y se dirige hacia el norte, por la hondonada del arroyo de la Pradiella. Al llegar junto a unos muros de piedra, el camino muere. A nuestra izquierda aparece un diminuto chozo con techo de teja. Bordeando el muro y atravesando una alambrada por su punto más bajo, se pasa justo junto al tejado del chozo, donde aparece otro camino que se va limpiando de vegetación según vamos de nuevo hacia el norte. Por él llegamos al arroyo de la Pradiella, que el camino vadea al llegar a otro muro circular de piedra. A partir de ahí ya no hay camino ni sendas continuas. Bordeando el muro por la izquierda llegamos a un chozo circular, que aún conserva el techo de piedra (no recuerdo ahora mismo ningún otro en esta porción de la provincia de León que aún se mantenga el pie). Junto a él, un depósito de agua abandonado. Salvando como mejor se puede los puntiagudos arbustos, nos dirigimos de nuevo hacia el arroyo de la Pradiella, donde confluyen los restos de algunas sendas, que lo cruzan. Por encima, una peña ancha y de poca altura a cuya izquierda hay un gran corral, que figura en el mapa militar.


Habiendo abandonado ya la pista, y dirigiéndose por un camino hacia el norte. En el centro de la imagen, Peña Salgada (1.979 m.)


Chozo aún en pie en el valle del Rebezu


El valle del Rebezu, desde la peña encima del corral. A la izquierda, la Peña de Orbia (1.830 m.)

A partir de este punto, se puede ascender con facilidad por cualquier punto de la montaña. Un marcado sendero de ganado se dirige hacia la cima de la peña que antes mencionaba, atravesando una franja rocosa muy pisada, pero que requiere el uso de las manos. Otra senda, que luego se evapora, bordea la peña por la izquierda. Desde la cima, situada a unos 1.600 metros de altura, una amplia y difusa loma se dirige hacia el collado 1748, al norte de la braña o majada del Rañadoiro. Poco antes de llegar al collado me topo con un sendero horizontal que va paralelo al cordal, y que tomo en dirección norte hacia el collado. Desde aquí, ya sólo queda la subida final por el cordal principal hacia la Loma de los Michos, que sirve de límite con Somiedo, y donde nos esperan magníficas vistas. Recién comenzada la ascensión, un sendero aprovecha un estrato de roca triturada para dirigirse hacia la derecha, en dirección al collado El Muñón, mientras que de frente, aunque ya escorándose ligeramente hacia la izquierda, sigue el sendero que va al collado al oeste de la Loma de los Michos, por donde pasa un sendero de pequeño recorrido del puerto de Somiedo a la braña de Sousas. A la izquierda (oeste) del pequeño collado, impresiona la dentada arista de la sierra del Rebezu, que concluye en el Alto del Rebezu o Peña Salgada. A mis pies, el hermoso descenso a la braña de Sousas, de un verde intenso, aunque aún con mucha nieve. La vista es espectacular, y aunque la subida desde La Cueta ha sido hermosa, no hay punto de comparación con lo que se abarca desde aquí.


La sierra del Rebezu, próximos ya al collado que separa Babia de Somiedo


Ya en la Loma de los Michos, vista hacia el oeste: de izquierda a derecha, sierra del Rebezu (1.909 m.), Loma Roja (1.925) y Peña la Franca (1.933 m.)


Peña Orniz (2.188 m.), que es, junto con el Cornón, la montaña más alta de Somiedo


Bajo Peña Chana (2.068 m.) se ve el collado de El Muñón (1.847 m.). Un poco antes, de la brecha que se aprecia abajo a la derecha, sale un sendero que vuelve hacia el cordal del Alto del Rañadoiro (1.784 m.)

Desde el collado, recorro la Loma de los Michos, que no ofrece ninguna dificultad, hasta otro collado, previo a del Muñón, y más estrecho y marcado. Desde aquí tomo el final de una senda, que me devuelve a la loma de ascenso desde la braña del Rañadoiro, por encima del collado 1748. Bordeo el Alto del Rañadoiro (1.775 m.) por el sendero que ya recorrí antes, y a través de un lapiaz, llego a la braña del mismo nombre, que consiste en una horrorosa caseta adosada a un muro rectangular que, por el olor, hace de corral para algún rebaño de cabras y se usa con frecuencia. Unos metros a la izquierda de la cabaña, invisible desde ella, sale el inicio de una pista, que en zigzag, se dirige en dirección hacia La Cueta. Lo que era inicialmente una pista, se convierte en un mal camino donde abunda la hierba para, al llegar a otras dos construcciones y un abrevadero seco, volver a convertirse en pista. En unos minutos, llego a la pista que se dirige al puerto de Somiedo, y de ahí, ya por terreno conocido, de vuelta a La Cueta. A pesar de ser un lunes, hay gente comiendo en el restaurante.


Los neveros, muy rígidos por ser de nieve de principios del invierno, se van ahuecando por el interior cuando discurren arroyos bajo ellos y ofrecen peligrosos puentes de nieve que pueden dar más de un susto


Cabañas y abrevadero en el descenso, ya en el valle de Fasgares, que es el arroyo que se une al Sil en La Cueta




Mapa extraído de Google Maps con la ruta realizada en trazo rojo. Pulsar en la imagen para ampliar






Mapa global del espacio natural Alto Sil con la ruta realizada en trazo azul. Pulsar en la imagen para ampliar


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