sábado, 10 de enero de 2009

De la Veiga el Palo al Alto del Regalizo


La Veiga el Palo, vista desde la loma del Alto del Regalizo

La Veiga el Palo es un enorme conjunto de turberas situado entre 1.400 y 1.500 metros de altitud al final de un valle de alta montaña, y de más de tres kilómetros de longitud. Es uno de los parajes emblemáticos de la Reserva de la Biosfera de Laciana, y es muy popular en la comarca, pero también muy frágil.


La Escuela Laboral de Laciana -o mina-escuela de Laciana- situada enfrente del piso inferior de Mina Escondida

En la ladera sur del valle donde se ubica la Veiga el Palo hay una explotación minera de interior llamada Mina La Escondida -vaya usted a saber por qué-, que comparada con las salvajadas que se están haciendo en las montañas con minas de carbón a cielo abierto, hasta resulta simpática. Laciana tiene en su subsuelo la mayor reserva de hulla de España, que se dice pronto, y mientras el carbón se utilice, pues habrá que extraerlo. La minería de interior, -no me cansaré de decirlo- es la que menos impacto ambiental produce -con mucha diferencia- y además genera muchísimos más puestos de trabajo que la minería a cielo abierto. Según el empresario minero, en España no es rentable la minería de interior, pero como en el cuento del pastorcillo que avisaba a sus paisanos de la llegada del lobo sin ser cierto, aunque esta afirmación suya pudiera ser verdad, viniendo de él hay que ponerla en cuarentena.


El Cueto de Arbas desde el sur, que como en casi todas las montañas cantábricas, no tiene nada que ver con su vertiente norte

Ayer la temperatura máxima que se alcanzó en las localidades de Laciana rondó los 0º centígrados. Durante toda la noche del viernes al sábado, el cielo permaneció estrellado, lo que auguraba una helada de padre y señor mío. Por eso, cuando a las ocho de la mañana los termómetros sólo marcaban dos grados bajo cero, con el cielo aún estrellado, me resultó de lo más extraño. No sé si tendría algo que ver o no, pero pasado Caboalles de Arriba, el cielo se intuía nublado y empezaban a caer algunos copos de nieve solitarios.


Árbol solitario en la Veiga el Palo

La carretera que entra en el valle en cuestión llega asfaltada hasta el piso inferior de la Mina la Escondida. Con un coche corriente y moliente como el mío, estaba por ver hasta dónde podría llegar después de ese punto. La pista gira bruscamente 180º a la izquierda y comienzan las primeras rampas, ya de tierra. El firme era de nieve comprimida y dura, lo que me hacía albergar algunas esperanzas, pero el poderoso impulso inicial con el que acometí la cuesta llegó a su fin poco más de cien metros después. En este punto, el coche se paró y comenzó a patinar. Ahí se inició una seria discusión entre jinete y cabalgadura, que se podría transcribir de la siguiente manera:

J. Venga, tira, no te me pares ahora
C. Que tire tu tía la del pueblo
J. No me hagas esto, hombre
C. Haberte comprado un todoterreno, majo. A mí no me vengas con exigencias, que yo soy montura de verano
J. Joder, sólo hasta la primera curv
a...

Pues terca como una mula, mi montura se plantó y ahí nos quedamos. Bueno, no, ahí no nos podíamos quedar, así que hubo que dar marcha atrás, a 5 km/h, y aún así en un punto el coche se empezó a ir de lado. Al final no pasó nada y recorrí unos centenares de metros carretera abajo hasta un lugar donde estacionarlo sin que estorbara. Este no poder subir hasta el punto habitual donde aparqué otras veces el vehículo supondría al final de la jornada algo más de una hora extra de caminata. No es gran cosa, pero como había quedado en ir a comer a casa, al final veremos que este retraso supondría tener que renunciar a parte de la ruta prevista.


Pico Prieto (1.807 metros) es por la otra vertiente -de Cerredo- un gigantesco desmonte de una mina a cielo abierto que llega hasta la misma cumbre

El día 28 de diciembre ascendimos al pico Sulmiro, en el valle de San Miguel de Laciana, mientras la cámara de fotos descansaba plácidamente en casa -por eso no subí el reportaje de ese día- y la nieve ya por entonces estaba durísima en algunos puntos del recorrido, que obligaba a caminar con cuidado vista la caída que podía suponer en algunos tramos un resbalón imprevisto. Más de diez días después y algunas heladas de por medio, la nieve que aún aguanta en los pueblos de Laciana está dura como una piedra. Y aunque no tiene nada que ver, según la orientación que tenga la ladera, me imaginaba que en muchos lugares donde el viento se hubiera llevado los pocos centímetros de nieve que cayeron estos días -que esta vez el temporal siberiano nos ha dejado pocas precipitaciones-, la capa de nieve antigua estaría muy endurecida. Así que, primero los crampones por si acaso, y luego, por si acaso el sol hacía de las suyas, las raquetas también fueron a parar a la mochila. Una sola placa de nieve dura infranqueable con riesgo de despeñamiento, sin llevar lo que hay que llevar, es suficiente para pasar un rato de mucho miedo.


La pista minera por la que se hace la aproximación a la Veiga el Palo

Volviendo a la jornada de hoy, ya amaneciendo, comencé a subir pista arriba en dirección a los pisos superiores de la Mina La Escondida. A mitad de recorrido me crucé con un camión equipado con cadenas que descendía desde uno de esos pisos. El desvío hacia la Cabana de la Vaquera, tan claro habitualmente, se me pasó por alto al no haber signos de circulación por él. De hecho, no vería huellas de botas en todo el día. La capa blanda de nieve tenía un espesor de sólo diez centímetros, que es lo que cayó estos últimos días por allí, aunque ya en algunos tramos asomaba la capa inferior de nieve, efectivamente, dura como una piedra y del color del hielo.


La Cabana de la Vaquera, con dos de los objetivos de hoy: Alto del Regalizo (1741 m., dcha.) y La Campetona (1.833 m., izqda.)

La Cabana de la Vaquera funciona como bar durante los meses de verano y tiene una fuente con abrevadero a poca distancia. Desde ella comienza un corto descenso hasta el fondo de la Veiga el Palo. Pero para eso hay que franquear varios arroyos, algunos de ellos complicados en fechas como ésta. Complicados, me refiero, si no te quieres mojar los pies. Salvé bien el primero, pero el segundo se resistió algo más: hubo que avanzar río arriba hasta encontrar algún puente de nieve para vadearlo, porque la profundidad del arroyo estaba en el límite de lo razonable para cruzar por las bravas. Casi a continuación aparece el más caudaloso del valle, el de la Fleitina, complejo a veces hasta en verano. Era automáticamente imposible de cruzar en seco sin botas de goma. En los márgenes, la nieve tenía un corte vertical de hasta metro y medio en algunos lugares. Tuve que recorrer varios centenares de metros e ir dejando atrás varios afluentes, para que el caudal del arroyo disminuyera lo suficiente para que algún puente de nieve pudiera unir ambas orillas. El puente al que le tocó hacer los honores tenía 30 centímetros de anchura y la profundidad del agua a ambos lados andaría también por esas medidas. Lo suficiente para arruinarte el día si metes ahí las dos botas.


¿Resistirá mi peso este precario puente de nieve?



Resistió. Y también lo haría a media mañana, en el regreso.

Esto sucedió justo pasado el arroyo que procede de las Chamas de Boucín, que es el collado en el límite con Asturias. Aquí ya me encontraba ya enfrente de donde quería estar: al pie de la larga loma que asciende al Alto del Regalizo. Vista desde aquí, la cumbre parece ser la única cima, bien visible, que se atisba. Poco a poco y según me acerco al filo de la loma, el fuerte viento que procede de Asturias deja completamente sin nieve reciente una porción ancha del cordal. Se sube mejor por ahí que más a la izquierda, donde se acumula hasta la rodilla, y aunque a la derecha está muy dura, las pequeñas muescas que hago al cantear y la no excesiva pendiente, me hacen desechar la idea de calzar los crampones.


El Cueto de Arbas (2.002 metros) asoma de entre la niebla

En Asturias la niebla se desborda y pasa a la provincia de León para desvanecerse de inmediato. Entre jirones, comienza a asomar una fantasmagórica aparición: el Cueto de Arbas, por su vertiente reina, la noroeste. El viento es gélido mientras alcanzo lo que creí antes que era la cima del Alto del Regalizo. Pero no, la cosa continúa, y después de un suave collado, hay otra cima más alta, casi completamente alfombrada de hielo. Igual que la anterior, esa cota no es la cima de la montaña, sino que la cuerda continúa ganando altura muy despacio hasta otra más, que hace esquina, y donde el cordal gira hacia el oeste. Desde aquí ya se dominan muchas cimas hacia el sur: Miro de Tejedo, Cueto del Oso, Pico Chagüeños, Bóveda, Miro de Valdeprado, Alcornón de Busmori y la Sierra de Degaña, ya más al suroeste.


Desde uno de los campos de hielo del Alto del Regalizo, el Alto del Modorno (1.742 m.), donde muere la niebla asturiana

La Campetona ahora está de frente, próxima y muy hermosa. No menos elegante está hoy el Pico del Fraile, que desde aquí puede recordar al gorro de un capuchino. El recorrido de hoy se puede seguir perfectamente con el mapa de Muniellos y Fuentes del Narcea, de Calecha, aunque discurra principalmente por la provincia de León. A nuestra derecha, el Pico del Gato no es ni la sombra de la imagen que ofrece por la vertiente norte, con algunas hoyas de origen glaciar y uno de los mejores bosques de Asturias en sus faldas. A sus pies, en el collado que separa su cumbre de la que me encuentro ahora, Laguna Seca -que nunca he visto seca- no se aprecia al estar completamente tapada por la nieve.


Descomunal Cueto de Arbas



Tampoco desmerece la Sierra de Degaña

Toca un piscolabis, que ya llevo casi tres horas sin parar. La bebida que eché en el termo, muy caliente en previsión del frío que iba a hacer hoy, sigue ardiendo, cuatro horas después de prepararla, y me quemo la lengua. Son las 11:30 y tengo que estar en casa dentro de dos horas y media, lo que supone tener que renunciar no sólo al Pico del Fraile, que igual ya era demasiado incluso habiendo dejado el coche donde quería, sino a la apetecible Campetona, que hoy está para comérsela.


La Campetona (1.833 m.) desde el Alto del Regalizo (1.741 m.)

Por tanto, desciendo rápido y por nieve muy blanda al collado de Laguna Seca, y sin pausa, en dirección al Campo de Valdecuélabre, que bordeo un poco por alto para entrar en el plano collado de las Chamas de Boucín. Aquí el viento del norte ha acumulado bastante nieve de la otra vertiente y estoy tentado a ponerme las raquetas, que igual que los crampones, hoy no he calzado en ningún momento. Pero al inclinarse el terreno hacia la provincia de León, la nieve vuelve por sus fueros y solamente me hundo los diez centímetros de rigor. Bajando por El Gargantal llego rápidamente a mis huellas de la mañana y me alegra mucho descubrir que el puente de nieve clave del día sigue en pie, y resistente. Algunas de mis huellas de hace tan sólo tres horas han desaparecido, tapadas por la nieve en polvo que arrastró el viento.


Llegando, por fin, al Alto del Regalizo. Al fondo, el Pico el Fraile (1.872 m.)

Otro descanso para echar gasolina en la Cabana de la Vaquera, hoy muy tranquila, y ya no hay nada más que mencionar del tramo hasta el coche que describí al inicio. Eso sí, llegué a casa puntual para comer, lo que justificó mi decisión de no subir hasta la cumbre de La Campetona. Que conste que casi siempre me paso media hora en los pronósticos más acertados. Y en el aspecto fotográfico, hoy he batido mi registro: nada menos que 316 instantáneas, de las cuales muchas son muy apagadas porque se hicieron con la poca luz del amanecer y con el cielo encapotado. De hecho, todas las fotos que he colocado en este reportaje tomadas entre la Cabana de la Vaquera y el coche fueron hechas en el regreso, con un sol radiante.


En el amplio collado de las Chamas de Boucín me despido hoy del Cueto de Arbas



Mapa extraído de Google Maps con la ruta realizada en trazo rojo. Pulsar en la imagen para ampliar




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